24 de abril de 2012

Lápiz



Había sido otro de esos maravillosos días al lado de Juan, creo que yo era su mejor amigo, le era muy útil, todo el tiempo parecía necesitarme, para enfrentar una prueba, allí estaba yo, para alcanzar algo, yo era el elegido, para molestar al compañero, también podía ayudarle, aunque ya no me usaba como cuando niño, aun era  fantástico estar con él ; esa tarde Juan terminaba sus deberes, yo me encontraba muy preocupado, no necesitó de mí, ni un instante, vi en su mirada, aquella  expresión  que ponen las personas cuando algo cambia de repente, entonces mi preocupación ya era miedo ; Juan paró de escribir, organizó sus hojas, recogió a lapicero, corrector, al grupo de colores, ( Esteba en pánico), siguió mi buen amigo sacapuntas, y luego mi hermano borrador; Juan cerró su mochila, yo estaba afuera, ¡era increíble!, con su mano izquierda , abrió la ultima gaveta del escritorio, intente huir, sabia en que terminaría, caí y rodé un par de baldosas, Juan se levantó de su silla, me recogió con rudeza, acerco su mano  al cajón abierto, lancé un grito de pánico, pero al parecer no lo escuchó, me puso dentro y se apagó la luz.
El cajón estaba frio, vacío y polvoriento, parecía no haberse usado en años, dormí un poco, no mucho en realidad, no paraba de pensar en lo inútil que era en ese momento, me invadió la tristeza. Sentí cuando Juan recogió su  mochila del suelo, supe que había amanecido; era la primera vez que no lo acompañaría a la escuela, me llene de rabia. Las horas pasaron rápido, Juan regresó; pero no me sacó de allí, ya no le era útil.  ¿Como podía ser yo inútil?, había presenciado, escrito, dibujado, grandes acontecimientos, obras, cuadros, ¡yo!, El gran ayudante de Miguel Ángel,  ¡yo! el mejor amigo de García Márquez, ¡yo! El que usan las personas para desahogarse, ¡yo! Aquel que poseía más herramientas que cualquiera, ¿yo inútil?, ni un pelo, pensé: ¡Juan es un soquete! Esa última frase, otorgo a mí ser algo de consuelo, Dormí.
El bullicio de Juan y sus amigos, habían pasado varios días desde mis últimos pensamientos, ellos regresaban de la escuela; yo había sido testigo muchas veces de esas reuniones, siempre eran igual, aunque esta noche era distinto, yo no estaba allí. Mi estado de animo era igual, aun me encontraba enojado, triste, con un nuevo ingrediente, solo; ¡Cuanto extraño a mis amigos!, me dije.

Pensé en las risitas de las hojas cuando dibujaba sobre ellas, o lo inquieto que podía volverse borrador al corregir, y las  caricias que hacia sacapuntas al quitar la madera sobrante, todo eso me hizo caer en cuenta  que nada volvería, una lagrima corrió por mi cuerpo, rodé hasta un rincón, recordé cuando me  escondía en la mochila de Juan para que se preocupara, y luego aparecía de la nada, devolviéndole la alegría, lloré toda la noche, no pude despertar en la mañana, a la tarde , ya no tenia ganas, la noche llegó, el sueño seguía…

Lápiz se sumergió en un sueño profundo, del que nunca mas salió, recibiendo la peor  condena que se le puede dar a algo tan útil, la soledad y el amargo dolor del olvido.

4 comentarios:

  1. Es bueno..., pude ver a lápiz llorando en el cajón

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  2. Hola amiga, buen relato e interesante la creación del personaje de lápiz, cuantos amigos como esos habremos dejado en el cajón del olvido!

    Te felicito.

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    1. Hola Guille! Gracias por tu comentario, me parece genial que te guste. :)

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