En un bosque gigante hay un gran árbol, y en él un
enorme hormiguero; allí vive una pequeña hormiga, su nombre es Yao y hoy tiene
6 años. Es un gran chico, le gusta ir a la escuela para aprender cómo
recolectar alimentos y cuidar del hormiguero, también le gusta jugar y ver la
lluvia de hojas cada otoño desde la ventana de su casa. Hace unos días
conversamos, y me contó, cómo fue su primer día de escuela fuera de la
madriguera, y ahora yo se los contaré:
Muy temprano en la mañana, Yao se despertó, salió
de la cama y corrió con rapidez a la
habitación de sus padres. Saltando sobre su cama gritó:- ¡Despierta mamá!
¡Despierta papá! ¡Hoy es el gran día! Debemos apurarnos, no quiero llegar tarde
a la escuela-. – ¡No lo harás!- dijo su
padre, mientras lo tomaba en patas y acariciaba sus antenitas, y su madre se
apresuraba a servir hongos y sabia para el desayuno. Los tres desayunaron
juntos, Yao decía mil cosas sobre cómo sería todo lo que vería afuera, sus
padres felices lo escuchaban y cada vez que Yao hacia una pausa, alguno de los
dos decía – Todo va a ser realmente maravilloso pequeño-. Luego, su madre le
ayudó a acicalarse y vestirse, esperó frente a la ventana por sus padres,
cuando estos estuvieron listos emprendieron todos, el camino a la escuela, conversando
abiertamente.
A llegar a la escuela Yao se despidió como un
rayo, un besito para mamá y un choque de patas para papá, no podía esperar.
Llego a su clase y habló con todos sus amigos acerca de todo lo que verían, de
las aventuras que inventarían, y de los juegos que harían. Entre tanto, la
maestra entraba con mucho ánimo, preguntando -¿estamos listos?- los niños con
mucha emoción y ansiedad respondieron enérgicamente, con un grito mayúsculo: -
¡Sí, maestra! Y esta replicó: ¡Genial!
Ahora formen todos una fila detrás de mí, como lo practicamos en la clase. Los
niños obedecieron y rápidamente emprendieron el viaje.
Al salir, Yao miro hacia arriba, -woow- dijo
asombrado, - el cielo es gigantesco, tiene muchas formas y colores-,
agregó. Vio volar una hoja dirigiéndose directo
a él, gritó, le dio mucho miedo, y la maestra le dijo – No te preocupes, es muy
liviana y puedes esconderte bajo ella-, ya más tranquilo, miró la hoja con
mucha sorpresa, como los otros niños, era gigante y naranja, parecía de otoño,
él las había visto antes desde su ventana; no sabía que tenían tubos, estos eran
realmente delgados y la hoja era muy suave, tan suave que parecía los puntitos de sus antenas. Luego de verla y
analizarla, avanzaron en el camino por
una hora, Yao veía hacia todas partes, estaba todo lleno de gigantes, sombras
misteriosas, estruendosos sonidos, y
maravillosos colores, los más brillantes que jamás había visto, eran tan
cálidos y fríos, tan bellos como la luz que acaba de descubrir.
Cuando llegaron al mar, Yao quedó estupefacto, era
colosal, iba más lejos de lo que sus ojos podían ver, intentó entrar un poco y
cada vez se hacía más profundo, se asustó y volvió a la orilla. Su profesora
explicó que el mar no siempre estaba allí, que a veces estaba más lejos o más
cerca porque caía del cielo, en la estación de estar dentro de la colonia. Luego
de un rato de contemplar el mar, siguieron el camino.
Al llegar a una planicie, la profesora dijo con
mucho entusiasmo: - ¡tendremos un reto! El primero en encontrar un gran sitio
para almorzar ganará ¡una gran ración de sabia!- Yao me contó que todos fueron
por la parte plana, pero él tenía mucho calor así que fue hacia unos arbustos y
allí encontró un hormiguero vacío, parecía muy extraño dijo, porque no
tenía hueco de casas ni tubos de
transporte, pero no hacía calor. Corrió hacia donde la
maestra, y en voz alta anunció: -encontré un hormiguero,- ¡vamos a
verlo! ¡Vamos!- agrego excitado. La profesora extrañada, reunió a los otros
niños y fue a ver de qué hablaba Yao.
Cuando
llegaron, envió a los niños a las sombra y explicó: -Esto que Yao encontró no
es un hormiguero, es una roca, es muy útil y segura, sobre todo las que son
gigantes, como esta, porque no se mueven en la lluvia y no son pisadas por los
seres enormes-, los niños estaban asombrados. A los pocos minutos empezaron a
repartir hongos y cáscaras de maní con sabia, del almuerzo. Mientras comían
Yao les decía a sus amigos que sería explorador, porque era genial ver el mundo,
era tan maravilloso. Descansaron por un rato bajo la roca haciendo dibujos y
rondas.
Al salir, encontraron una de las filas de
trabajadores de la colonia vecina, dijeron a la maestra- Deben regresar pronto,
se acercan los malvados gigantes- , la maestra aterrada reunió a los niños,
quienes rápidamente empezaron a correr hacia la colonia, mientras corrían sentían lo pasos gigantes
acercándose. Yao y sus amigos aún se
divertían, nunca habían vivido algo así,
veían cómo se acercaban, podían
ver sus patas cerquísima, era aterrador y fascinante, se escondieron bajo una gran roca, tan grande,
que tomaría días enteros subirla.
Estando allí, veían como desarmaban las filas de
trabajadores, la maestra les explicó que esos trabajadores se irían a otras colonias
y que el viaje era muy largo. Luego de 2 horas salieron y regresaron a la
colonia.
Cuando llegó a casa Yao parecía una pelota de
sabia, rebotaba de un lado a otro, contándole
a sus padres cuan maravilloso había sido su día de escuela, decía a cada tanto-
¡quiero regresar mañana! ¡Es genial!
Yo soy Ban, tengo 5 años, mañana es mi primer día
de escuela fuera de la madriguera y quiero que sea tan maravilloso como el de
Yao.