Había sido
otro de esos maravillosos días al lado de Juan, creo que yo era
su mejor amigo, le era muy útil, todo el tiempo parecía necesitarme,
para enfrentar una prueba, allí estaba yo, para alcanzar algo, yo era el
elegido, para molestar al compañero, también podía ayudarle, aunque ya no me usaba como cuando
niño, aun era fantástico estar con él ; esa tarde Juan terminaba
sus deberes, yo me encontraba muy preocupado, no necesitó de mí, ni un instante, vi en su mirada,
aquella expresión que ponen las personas cuando algo cambia de
repente, entonces mi preocupación ya era miedo ; Juan paró de escribir,
organizó sus hojas, recogió a lapicero, corrector, al grupo de colores, (
Esteba en pánico), siguió mi buen amigo sacapuntas, y luego mi hermano
borrador; Juan cerró su mochila, yo estaba afuera, ¡era increíble!, con su mano
izquierda , abrió la ultima gaveta del escritorio, intente huir, sabia en que terminaría,
caí y rodé un par de baldosas, Juan se levantó de su silla, me recogió con
rudeza, acerco su mano al cajón abierto,
lancé un grito de pánico, pero al parecer no lo escuchó, me puso dentro y se
apagó la luz.
El
cajón estaba frio, vacío y polvoriento, parecía no haberse usado en años, dormí
un poco, no mucho en realidad, no paraba de pensar en lo inútil que era en ese
momento, me invadió la tristeza. Sentí cuando Juan recogió su mochila del suelo, supe que había amanecido;
era la primera vez que no lo acompañaría a la escuela, me llene de rabia. Las
horas pasaron rápido, Juan regresó; pero no me sacó de allí, ya no le era útil. ¿Como podía ser yo inútil?, había presenciado,
escrito, dibujado, grandes acontecimientos, obras, cuadros, ¡yo!, El gran
ayudante de Miguel Ángel, ¡yo! el mejor
amigo de García Márquez, ¡yo! El que usan las personas para desahogarse, ¡yo! Aquel
que poseía más herramientas que cualquiera, ¿yo inútil?, ni un pelo, pensé: ¡Juan
es un soquete! Esa última frase, otorgo a mí ser algo de consuelo, Dormí.
El
bullicio de Juan y sus amigos, habían pasado varios días desde mis últimos pensamientos,
ellos regresaban de la escuela; yo había sido testigo muchas veces de esas
reuniones, siempre eran igual, aunque esta noche era distinto, yo no estaba allí.
Mi estado de animo era igual, aun me encontraba enojado, triste, con un nuevo
ingrediente, solo; ¡Cuanto extraño a mis amigos!, me dije.
Pensé
en las risitas de las hojas cuando dibujaba sobre ellas, o lo inquieto que podía
volverse borrador al corregir, y las
caricias que hacia sacapuntas al quitar la madera sobrante, todo eso me
hizo caer en cuenta que nada volvería, una
lagrima corrió por mi cuerpo, rodé hasta un rincón, recordé cuando me escondía en la mochila de Juan para que se
preocupara, y luego aparecía de la nada, devolviéndole la alegría, lloré toda
la noche, no pude despertar en la mañana, a la tarde , ya no tenia ganas, la
noche llegó, el sueño seguía…
Lápiz
se sumergió en un sueño profundo, del que nunca mas salió, recibiendo la
peor condena que se le puede dar a algo
tan útil, la soledad y el amargo dolor del olvido.
Es bueno..., pude ver a lápiz llorando en el cajón
ResponderEliminargracias ! :)
EliminarHola amiga, buen relato e interesante la creación del personaje de lápiz, cuantos amigos como esos habremos dejado en el cajón del olvido!
ResponderEliminarTe felicito.
Hola Guille! Gracias por tu comentario, me parece genial que te guste. :)
Eliminar